domingo, 26 de julio de 2009

vivir en la via


Los datos son reveladores y preocupantes, según la consultora Ecolatina, el CBA (Canasta básica alimenticia) aumento un 11,3 o/o y en lo que va del año acumula un 5 o/o. Parece imposible pero en un nuestro pais donde hasta hace poco tiempo el producto bruto interno crecía a razón de un 8 o/o anual, la pobreza avanza inexorablemente en todos los sentidos.
Pobres hubo siempre, esta frase tan conocida y repetida es real y verdadera así como vulgar y a la que se le podria agregar y siempre habrá, pero a nadie escapara que el avance de la pobreza en San Andrés de Giles es importante y coincidente a lo que sucede en todo nuestro pais, pero hoy la idea es ocuparnos de lo que sucede actualmente en nuestra comunidad.

Sábado a la tarde, nubes grises, frió y un viento helado son la característica de este fin de semana, quizás los días mas destemplados de este invierno que esta pegando duro. En lo que fuera otrora la estación de trenes de San Andrés de Giles desde hace algún tiempo, se han asentado algunas familias, viviendo en un estado de indigencia considerable y para conocer como es vivir en la vía alla voy para charlar con ellos, para saber de que se trata esta “Villa la estación”.

La “Villa” de San Andrés de Giles

No me gusta la palabra “Villa”, es curioso pero puede utilisarsela para calificar algo suntuoso o caro, como así también de forma despectiva, pues a un asentamiento también lo llamamos Villa. Utilizamos esta palabra, tanto para destacar como para descalificar, pues no es lo mismo un “villero” que el feliz propietario de una “villa” a orillas del “Lago Dicomo” en Italia.

En nuestra ciudad hay en al actualidad unas cinco familias instaladas en el predio de la antigua estación de trenes, allí viven como pueden y haciendo lo que pueden, en un estado de indigencia considerable. Mas alla del prurito que la sociedad tiene en cuanto a los pobres a los que muchas veces se los pretende emparentar con el delito, la vagancia, las malas costumbres, el despego al trabajo y todo esto que nos disgusta y por cierto no representan un buen ejemplo social y si bien es cierto que mucha gente, que vive en ese estado tiene estos vicios, no pareciera ser el caso de la gente que viven en la “ Villa la estación” - como ellos han denominado a este lugar -.

Contrariamente al imaginario popular local, no son gente de “Afuera”, en la mayoría de los casos son gente que o son oriundos o hacen mucho tiempo que habitan el partido: las historias de inmigraciones “villeras” desde el cono-urbano bonaerense a nuestro partido son solo eso, historias, pura leyendas urbanas. La gente que esta en la estación, no son foráneos son de “aca”, han caído en desgracia, se han caído del sistema y esto es la verdad, mal que no pese.
Ramón - no es su nombre verdadero - es un trabajador del ladrillo, que habitaba y trabajaba en un horno de ladrillo; llego a San Andrés de Giles desde su Corrientes natal hace 18 años, a trabajar en el horno y ahí formo a su familia, trabajo hasta que el horno cerro y debió abandonar el lugar junto con todos los suyos, después de deambular un tiempo, recalo en la estación de la mano de un vecino que le dijo que podía instalarse ahí, con su familia y sus pocas cosas llegaron al lugar y levantaron su casilla y el ella habita junto con su mujer y sus hijos. Se dedica a las changas de vez en cuando, - lo que aparece hay que agarrar - dice, si bien no cuenta cuanto es lo que “aparece”, no parece ser un vago sino un hombre preocupado por su familia. Cuenta que sus hijos concurren a la escuela y con el vive un hija de unos 15 años, que a su vez tiene un bebe de 6 meses aproximadamente o sea que Ramon es padre y abuelo, y todos ellos conviven es esta pequeña y precaria casilla, hecha de chapa, madera, plástico y lo que sirviera para construir un lugar. Una cocina para hacer sus alimentos y un salamandra, mas unas camitas en donde duerme la familia, son todos su bienes y nada mas, nada mas para contar, ni teléfono ni televisión, solo el mate y unas precarias sillas cuyo numero no permite que todos se sienten al mismo tiempo. Esa es la vida de Ramón, esperar que salga “ alguna changa” y lo que la gente les da, ademas de tratar de solucionar la difícil situación de no tener domicilio, cosa que le impide muchas veces conseguir un trabajo, pues al habitar en un predio ocupado, legalmente no vive en ningún lado.

Rosa, - tampoco es su nombre verdadero - vive en la estación desde hace unos cinco meses, vivía en nuestra ciudad y debió emigrar a Pergamino , a cuidar a su padre que estaba enfermo, allí se quedo hasta que falleció y entonces decidido regresar, claro que al volver no encontró muchas cosas como las había dejado, la falta de trabajo, de un lugar para vivir la llevaron junto a su familia a radicarse en un precaria vivienda construida en el predio de lo que fuera el cementerio viejo, - yo soy una de las que vivía en el cementerio vio don - me cuenta Rosa, como si fuese un lugar de privilegio, como si vivir en donde habitan los muertos fuese algo que mostrase una característica especial, lo que para mi constituye un horror ni siquiera imaginable, para esta mujer, es algo que no precisa ocultar, es como si Rosa supusiese que la gente comentaba o comento en algún momento del asentamiento del viejo cementerio y ella estuviese orgullosa de “pertenecer a ese lugar”.

Así fue que Rosa se reinstaló en Giles, y al tiempo conoció una familia que ya vivía en “La Estación” y la invitaron a mudarse con ellos, - me dijeron que aca podía estar mejor, que estaba mas cerca de todo y si me enfermaba yo o alguno de los chicos, estaba cerca del hospital -. Un razonamiento al que no le falta lógica, por lo tanto alla fue con su familia a aumentar la población de la “Villa la Estación”. Al tiempo las personas que llevaron a Rosa se fueron a otra ciudad, y ella y su familia quedaron dueños del “palacio” que habitaban y así están a la espera de que aparezca algo. El lugar en donde vive Rosa con su cuatro chicos, es una casilla hecha de palos y plástico, la humedad y el frío que hacen allí adentro es por demás importante, para colmo el miércoles pasado, amaneció lloviendo y fue ese un día muy difícil, pues todas sus cosas se mojaron, solo una pequeña cama en donde duermen sus hijos se salvo del temporal. Por suerte la gente solidaria empezó a acercarles cosas, alguien fue a la radio y entonces como siempre apareció el Giles solidario.

Rosa y la gente del asentamiento están muy agradecidas a la gente del barrio y de la ciudad en general que siempre los ayudan. La gente del centro de ex combatientes los dejan estar ahí y también ayudan - según me cuentan - el municipio hace otro tanto, pero claro siempre es poco contra la indigencia. En el asentamiento viven 11 chicos, cuyas edades van desde los meses hasta los 11 años. Son niños normales que juegan entre las vías de la vieja estación, y según cuentan sus padres van a la escuela todos los días y es allí en donde almuerzan al menos un plato de comida caliente al día. A la noche es distinto, si hay sus padres le darán, sino una leche un poco de pan y a la cama. Los chicos corren y juegan vivaces, no parecen desnutridos, pero quien sabe, me piden una foto y uno solo me dice - dame plata - son chicos comunes y corrientes y algo que llama la atención, es que están bastante bien vestidos en algunos casos, bastante mejor que sus padres, cosa que se puede apreciar en las fotos que ilustran esta pagina.


Se va acabando al tarde, el frió empieza a aumentar y la luz de día a morir pero los chicos siguen correteando por la estación, yo cruzo mis ultimas palabras con los habitantes del asentamiento, me despido de ellos diciendoles que tratare de buscarles algunas cosas como ropa para los chicos por ejemplo, se los digo sin mucho convencimiento de que fuera a cumplir mi palabra, se los digo como para sentirme bien pues nadie que duerma en una cama seca y pueda comer un plato de comida caliente, puede sentirse bien viendo como vive esta gente, y si bien no es nuestra culpa por cierto, es la realidad, una realidad dura por la que debemos convivir y tratar de entender.

La tarde y mi visita terminan, comienzo a retirarme y los chicos de la foto me sigue y me dicen - diga don que estuvo con los chicos de la “Villa la Estaciónª, así se hacen llamar y no soy yo quien los valla a contradecir por mas que la palabra “villa” no me guste .

Todos los humanos llegamos al mundo de la misma forma, todos somos iguales al nacer, pero no todos con la misma suerte, en eso pienso mientra cruzo la calle y algunos chicos juegan cartas y toman cerveza en el “bar de Rivero” entonces pensando en la experiencia que acabo de tener y en nuestras “ seguridades” recuerdo aquella frase de la película “Match Point” de woody Allen. "Aquel que dijo más vale tener suerte que talento, conocía la esencia de la vida, asusta pensar cuantas cosas escapan a nuestro control “. Y quizás esto sea lo que no han tenido estos habitantes de la “ciudad rural” suerte, o por lo menos algo que se le parezca y les de esperanza.

1 comentario:

mariana cane dijo...

estoy de acuerdo con vos...pienso que esto no puede pasar mas...en nuestra sociedad,tanta desigaldad..y no es que nosotros la estemos pasando bien,pero al lado de esta gente somos afortunados,por poder comer bien vestirnos,darles una educacion a nuestros hijos(que siempre nos parese poco)es que esto nos condena tambien,,muchos de estos chicos que se crian asi,en la marginalidad el dia de mañana..pueden tener bronco resentimiento con los nuestros..que tubieron una casa(tal vez no propia)un hogar digno...y tal vez sea por eso que ahora cuando nos roban las zapatillas que compramos con tanto esfuerzo..nos matan.por la bronca que da no haber tenido nada..saludos