miércoles, 17 de diciembre de 2008

De porque Juan Pablo II me salvo la vida…………………

La estancia MONTE AYMOND en Santa Cruz, es una casa enclavada en medio de un paisaje desértico a 1500 metros del destacamento de gendarmería, en la frontera con chile. Solo eso, el monte Aymond de 300 metros de altura y miles de ovejas que vagan libremente por la árida planicie, esperando la época de esquila y en ese lugar estaba yo el 22 de diciembre de 1978, pero no estaba solo.
Había llegado a Santa Cruz en marzo de ese mismo año, los militares me habían llevado a Rio Gallegos con el pretexto de cumplir una obligación ciudadana, el servicio militar, que era mas o menos trabajar gratis para ellos un año entero y aprender poquísimas cosa interesantes y bastantes cosas desagradables por lo general relacionadas directamente con la violencia.
Volví a buenos Aires en Junio en pleno mundial de futbol, en medio de tanta algarabía y descontrol mi vieja me preguntaba una y otra vez por el conflicto limítrofe con chile, acerca de que si yo sabia algo?, si pasaría algo ?, y yo que estaba mucho mas interesado en los goles de Kempes que en los chilenos, le repetía una y otra vez que no pasaba nada, que nada de lo que se decía, era verdad.
Durante todo ese año los militares argentinos, se empeñaron es destruir los esfuerzos del gobierno chileno para solucionar el conflicto por la vía pacifica. Primero desconocieron el laudo arbitral de la reina de Inglaterra que favorecía a chile, a pesar de que Argentina acepto el mismo sin reparos, Chile entonces ofreció la corte Internacional de la Haya, pero esto fue rechazado por Argentina, ofreció luego un mediador de un país vecino, pero también fue rechazado. Las acciones diplomáticas de chile se desvanecían una tras de otra, pero a la vez se armaba cada vez mas y reforzaba sus destacamentos militares del sur.
En Argentina pasaba mas o menos lo mismo, en el mes de diciembre llegaron al batallón dos mil soldados, entre ellos el regimiento de Mercedes de la provincia de buenos aires completo. Soldados de corrientes, de chaco, de Santa Fe, una fuerza de 25 mil hombres concentrados en una sola zona, la zona de guerra.
Yo estaba destacado en el Batallón de Ingenieros de Combate 181, en al compañía comando y servicios. El 10 de diciembre fui movilizado a Monte Aymond junto con 150 soldados de infantería. Mi responsabilidad era una camioneta Ford F 100 y su equipo de radio, mi armamento un fusil FAL y una pistola Borowming 9 milímetros.
Así estuvimos durante veinte días, los soldados de infantería cavando posiciones y yo trasmitiendo novedades por la radio o llevando a los oficiales en reconocimientos de terreno con la camioneta. Había mucha angustia y mucho temor entre todos, era el temor y la angustia de no saber que iría a pasar, o a lo mejor de si saberlo. Recordaba a mi madre preguntándome pocos meses antes, en medio de los goles de Kempes y no podía creer en donde estaba al cabo de tan poco tiempo.
El 22 de diciembre de 1978, a las 8 de la mañana el oficial a cargo nos reunió a todos y nos informo que si no había una solución pacifica, a las 10 de la noche comenzaba la invasión a chile, Argentina invadiría chile¡¡¡ y yo que no podía creer esta locura, pase ese día esperando a la muerte. A las ocho de la noche un llamado a la radio de mi camioneta aviso al Mayor que la guerra ya no seria, que se ordenaba el repliegue de tropas de inmediato y entonces mi alma volvió a mi cuerpo y la algarabía de todos se desato en la posición de Monte Aymond.
Muchos años después, comprendí que fue Juan Pablo II quien me salvo la vida, el aceptando la mediación que había propuesto Chile, - sabiendo que La argentina no podría negarse -, fue este hombre al que las balas del terrorista Ali Agca no pudieron abatir pocos años después sin dudas quien me salvo de morir en el sur Argentino.
En monte Aymond estábamos en la primera línea de fuego de la guerra que se estaba por desatar, a dos kilómetros en chile, unos dos mil soldados esperaban la orden de atacar. Todavía escucho en mi cabeza las palabras del mayor cuando al informarnos del inmediato ataque nos explicaba que era nesesario resistir veinte minutos hasta que los “mirage” llegaran a la batalla, para dar vuelta la cosa. Pero interiormente yo sabía que no teníamos veinte minutos
Gracias a Juan Pablo II, pude seguir con mi vida y enterrar por treinta años estos recuerdos. Los militares Argentinos necesitaban una guerra, pero el Papa se los impidió, tuve suerte, años más tarde los chicos de Malvinas no la tuvieron y debieron pagar con sus vidas la locura militar de la junta de comandantes. Paradójicamente ese mismo año 1978 un músico argentino escribió lo que seria su obra más famosa, esa que en su letra dice. Que la guerra no me sea indiferente, es un mounstro grande y pisa fuerte, toda la pobre inociencia de la gente……………….

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